Una mañana en el retiro de Nazareth, me encontré con una expresión: “Descalzarse para entrar en el otro”.
Y me sentí impulsada a leer las palabras del Éxodo:
"no te acerques más, sácate tus sandalias,
porque lo que pisas es un lugar sagrado".
No tardé en ponerme en oración. Jesús me presentaba uno a uno a mis hermanos de comunidad y descubrí cómo habitualmente entro en el interior de cada uno sin descalzarme. Simplemente entro. Sin fijarme en el modo, entro.
Experimenté una fuerte necesidad de pedir perdón al Señor y a mis hermanos.
Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego a caminar.
Inmediatamente experimenté una resistencia:
"no quería ensuciarme"
Me resultaba más seguro andar calzada. Entonces vi dos cosas que me impiden entrar descalza en los otros: comodidad y temor.
Vencido ese primer momento comencé a caminar y el Señor a cada paso iba mostrándome algo nuevo.
Advertí cómo descalza podía descubrir: las alternativas del terreno que pisaba, distinguir lo húmedo y lo seco el pasto de la tierra.
Necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba, estar atenta al lugar donde iba a poner mi pie.
Me di cuenta de cuántas cosas del interior de mis hermanos me pasaban por alto, las desconozco, no las tengo en cuenta para entrar calzada, la mirada puesta en mí o dispersa en múltiples cosas.
Pude ver también cómo descalza caminaba más lentamente, no usaba mi ritmo actual, sino tratando de pisar suavemente.
Donde mis zapatillas habían dejado marcas, mi pie no las dejaba.
Pensé entonces:
¡Cuántas marcas habré dejado en el corazón de mis hermanos a lo largo del camino!
Experimenté un gran deseo de entrar en los otros sin dejar un cartel que diga: ¡Aquí estuve yo!
Por último fui atravesando distintos terrenos. Primero el pasto, luego un camino de tierra hasta llegar a una subida y con piedras.
Sentí deseos ya de detenerme y volver a calzarme, pero el Señor, me invitó a caminar un poquito más.
Advertí que no todos los terrenos son iguales y no todos mis hermanos son iguales.
Por lo tanto, no puedo entrar en todos de la misma manera.
Esta subida me exigía caminar aún más lentamente y cuánto más difícil sea el terreno de interior de mi hermano, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar.
Después de este recorrido con el Señor, pude ver claramente que descalzarme es entrar sin prejuicios y atento a la necesidad de mi hermano, sin esperar una respuesta determinada; es entrar sin intereses y despojada de mi alma.
Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de todos, y por ello es que buscaré detenerme, descalzarme y entrar en cada uno como un lugar sagrado.
Para ello sé Señor, que cuento con Tu Gracia.
(de Madre Teresa de Calcuta)
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