domingo, 13 de noviembre de 2016

maestro.

Iba paseando por la costa durante el mediodía de ayer. Los fines de semana suele haber en la zona algún artesano exponiendo y vendiendo sus creaciones; y eso le agrega al paseo -al menos para mí- un motivo más de disfrute. Me gusta mucho ver los trabajos realizados a mano, y más especialmente cuando los están gestando en ese mismo momento.
Me detuve exclusivamente frente al artesano de la madera. El trabajo artesanal me parece siempre de una belleza distinta, pero que sea con madera le agrega un valor particular.  Es una valoración subjetiva, y no sé muy bien a qué se debe, pero es un material que para mí tiene un atractivo especial.
Ahí estaba el artesano con todos esos tesoros delante, y estaba yo sintiéndome convocada a mirar. 
Resulta que hace unos días atrás, volví a un viejo hobbie: tallado en jabón. De algún modo podía imaginarme el movimiento interno que se experimenta en la búsqueda de la figura a partir  de una pieza sin forma. Es cautivante y minuciosa la tarea de ir sacando lo que sobra, de ir anticipando la talla, de ser cuidadoso porque aquello que se saca no puede volver a lugar si se advierte error; y si ocurre no queda otra que seguir trabajando sobre eso, buscando, siempre buscando.
Supe cuánto valía lo que estaba viendo. Tomé una escultura en las manos. En ese instante quise hacerle preguntas al artista que me miraba sonriente; entusiasmado empezó a responder acerca de materiales, de herramientas, de tiempos. Quise compartirle mi pequeño arte, así que le mostré fotos de mis "trabajos". Se sonrió  de nuevo, mientras tanto comenzó a relatar cómo había comenzado con lo suyo. También sus primeros pasos habían sido con jabón de lavar ropa.
Consiguió papel y lapicera, me anotó dónde y qué comprar para empezar con mis intentos de trabajo en madera, se ofreció para enseñarme algunos trucos, me dijo su nombre, le dije el mío. 
Ese acontecimiento me ensanchó un deseo, y me motivó a ir en ese mismo momento en búsqueda de las herramientas necesarias. Además el diálogo que se generó me dejó contenta, sé que fue por lo gratuito de la compartida. 

La motivación es importante, casi diría esencial. Pero no lo es todo. Ya con herramientas en mano, con todas las ganas de empezar, hice mis primeros movimientos sobre la madera, y sobrevino el desastre: me incrusté la gubia en la mano, teniendo que suspender todo mi proyecto artesanal por el momento. Necesitaba algunas lecciones más antes de arrancar. Solo cuando tuve el lamentable accidente recordé que se me había mencionado una herramienta más de la que creí podía prescindir. 

Fue un buen maestro Nicolás, despertó un deseo, me abrió algunos saberes previos, fue muy generoso al compartirme su experiencia y al ofrecerse a ayudarme en cualquier momento. No fui del todo buena alumna porque me saltee un escalón, me ganó la impaciencia entre otras cosas. Pero pronto, vendrán mis intentos, con más atención y cuidado.

Hoy es agradecer por los maestros que la vida nos presenta, que algunas veces son personas y otras veces son situaciones aportando lecciones; agradecer por la búsqueda de lo que nosotros mismos traemos dentro para dar y  enseñar; agradecernos la sonrisa que nos desata el compartir; agradecer  las instancias de encuentro. 


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...