jueves, 10 de octubre de 2019

Agradecer-me.

 Con los sueños cumplidos es fácil quedarse con el corazón lleno de "gracias" para compartir con los que fueron cobijando el deseo, acompañando los pasos desde el minuto uno, con los que desde cosas concretas nos ayudaron a materializar nuestros anhelos más hondos.
Hoy llega un reflejo simple y bonito de mi hermano del alma. Entonces me miro con un amor nuevo, me digo en un espejo que refleja para adentro, que me agradezco para siempre el coraje de vivir, de abrir camino con casi nada más que un deseo/sueño precioso, y con una hermana de sueño y de vida, que con una complicidad única se atreve a soñar lo propio y comulgar conmigo para siempre en amistad y en vuelo.
El sueño cumplido tiene todo nuestro impulso de deseo en el punto original, la certeza previa de que no hay sueños imposibles, y la confirmación de que a los sueños hay que "vestirlos con ropa de trabajo" y hacerlos, crearlos, inventarlos. El salto al vacío, el vértigo, el "no poder creer pero sí" de cada segundo en que se ha estado metido por fin en lo soñado.
Gracias conmigo misma, los sueños se vuelven aliados porque quien sabe de donde te viene ese coraje para irlos a buscar. Gracias conmigo misma, no te congela el desaliento, te llena de alas soñar más y mejor. Gracias conmigo misma, te creo la locura con la que vas adelante. Y gracias conmigo misma, tu vida, con todo todo todo, me sigue pareciendo inspiradora.

lunes, 4 de marzo de 2019

Todavía CREO...

...en mirar a los ojos.

No es una línea original, no me pertenece; sin embargo por un rato me la apropio porque me parece de una belleza especial:"todavía creo en mirar a los ojos".
La frase-canción abrió una puerta o varias. Las teclas como pasos ahora, van eligiendo por cual entrar esta mañana en la que amanezco con ganas de escribir.
Creer sigue siendo una maravillosa aventura, un modo de vivir, un modo de vincularse, un modo de estar, de mirar, de intentar, de esperar. Creer es de lo más humano que tenemos los humanos, por eso debe ser que me abre un hueco de tristeza dentro cuando oigo "ya no se puede creer en nada ni en nadie", más especialmente incluso, cuando suele ser mi propia voz la que lo dice.
Con el paso de los años y las experiencias, con todo lo que dentro hay de contradicción pero también de paz, he comprendido -al menos hasta hoy- que CREER es también un estado de amor.
Todavía creo en mirar a los ojos porque no hay modo de camuflar verdades en ellos. 
Creo también en la incondicionalidad de los amigos verdaderos. 
Creo en mi familia y en la amorosidad inmensa en la que nací y crecí. 
Creo en la gente sencilla que agradece-confía-lucha-se aferra al vivir con una fuerza que muchas veces no he tenido. 
Creo en mis hijas y en la capacidad que tienen de hacer de éste un lugar más bonito para vivir. 
Creo en mí. Porque cada vez que me miro -en un espejo o para dentro- veo que incluso con mis límites personales y sin atender a esa cuestión de logros-éxitos-puestos-etc siempre, SIEMPRE, he vivido con intensidad lo que mi ser entero se ha sentido invitado/llamado a vivir.
Creo en el AMOR. Creo en la VIDA como un regalo. Creo en Dios.  
 Todavía podemos ante el mar de desilusiones y desconfianza en el que a veces navegamos, hacer un acto de fe en la humanidad. Quizás eso sea, mirarnos como Dios nos mira. Seguro, a pesar de todo, aún cree en nosotros.


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