"Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé Figueredo debía estar allí, con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y alborotaban las piernas.
Una noche en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la potra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes.
Al día siguiente, alguien lo encontró. estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:
-Se llevaron las mulas.
Y dijo:
-y se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rió:
-Pero no se llevaron la música."
En estos días, y sin percibir nada como motivo especial para esto, me inunda una linda sensación de paz y hasta alegría.
Cuando trataba de escribir hoy en mis notas personales (que no publico) sobre como voy caminando, se me vino a la mente este cuento que aquí transcribo, porque en algún punto me siento como el musiquero del cuento; descubriendo que a pesar de todo lo que por fuera condiciona los ánimos, nos distrae, y amenaza la alegría...hay un lugar interior al que sólo nosotros y Él tenemos acceso, y en donde nada ni nadie nos pueden arrebatar la paz. Pueden despojarnos de todo, hacernos rabiar, llorar, temer, pueden dejarnos fuera, olvidarnos, lastimarnos (¿?) ... A pesar de todo, no pueden quitarnos lo más nuestro, nuestra paz, nuestra "música".
Lo creo, y en este tiempo voy haciendo experiencia de ésto. Un compartir nomás.
Que nada nos quite la certeza de que dentro nuestro hay una música que no se silencia a pesar de tantas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario