"Levantar la mirada" hacia Él, maestro de la reconciliación y del perdón, es también atreverse a perdonarse en primer lugar, y perdonar a los otros en segundo lugar.
Aprender a ver lo bueno que hay en uno, valorarlo...y aprender a aceptar enteramente, plenamente, integramente, también aquello que nos duele, que nos hace menos "nobles y buenos", aquello que no nos gusta de nosotros. Y en esto también es aprender a aceptar lo bueno y no tan bueno de los otros.
Tropiezo muchas veces en esto de perdonar, de aceptar, de seguir adelante sin revolver más ciertas heridas; cuando creo que ya está, que lo alcanzo, que al fin crecí algo en este sentido, algo me enfrenta nuevamente con mi propia limitación. Me desanimo rápidamente al comprobar que no basta la voluntad, que no basta el deseo, que no basta la mejor intención para no caer.
Te comparto una parte, por si te pasa que te ves débil frente al poder dar y darte perdón.
"La reconciliación consigo mismo significa también decir sí a lo que soy ahora y aceptarlo con mis cualidades y partes fuertes lo mismo que con mis defectos y mis puntos débiles, con mis temores, sensibilidad, con mis inclinaciones depresivas, con mi incapacidad para asumir compromisos y con la mediocridad de mi fortaleza. Tengo que mirar y reconocer con amor mis lagunas y mis deficiencias, todo lo que contradice radicalmente mi autoconcepto y propia imagen subjetiva, mis impaciencias, angustias y complejos de inferioridad. Esto supone un proceso de estiramiento a lo largo de la vida. Porque cuando pensamos estar ya hace tiempo reconciliados con nosotros mismos, aparecen de repente signos de debilidad que nos irritan y cuya existencia nos gustaría negar. En esos momentos es especialmente importante dar un sincero y rotundo sí y aceptar cuanto hay en nosotros.
Este sí valiente a lo que descubro en mí es una reconciliación con mis sombras o aspectos negativos."
Deja este consejo/oración para algunos momentos difíciles:
"Sentarse frente a una imagen de Cristo, fijar en Él la mirada y decir: "Todo está bien así. Todo puede ser bueno sin dejar de ser como es. Todo tiene sentido así. Te doy gracias por ser como soy. Te doy gracias por mi historia, por mis alternativas de exaltación y depresión, por mis caminos falsos o torcidos. Tú has sido mi guía."
Decir sinceramente esto no es fácil. Cuando me enfrento con mi pobreza, ella me amordaza todo intento de dar gracias...Si veo lo mío como un don de Dios e intento darle gracias por ese don, entonces lograré la paz de mi alma. Mis horizontes se ensancharán y caeré en la cuenta de que todo lo bueno y de que hasta lo malo que hay en mi vida me ayuda a mantenerme en estado vigilante y me obliga a confiar más en Dios y menos en mí."