sábado, 31 de julio de 2021

Volviendo.

Escribo como si estuviera sola, como al comienzo cuando no imaginaba el alcance de un blog ni los ecos que tendría. Exactamente así, ahora mismo, sentada frente a un teclado nuevo que me permite escribir como si bailara. La vuelta al blog, casi casi como un volver a mí. 

Abro la puerta y las ventanas. Dejo que la luz lo invada todo. Recorro con los ojos emocionados cómo es ahora esta casita tan querida por mí, ¿Qué queda de la mirada de esperanza que tenía entonces? ¿Cuáles son mis nuevas esperas abiertas?¿Acaso sean las mismas, transformadas? Soy la misma y distinta. Bordeando los cincuenta, me parece ser menos ingenua, ya no voy sobre caballos desbocados. Aprendo que el tiempo es un tesoro, y asumo que la esperanza me ha traído hasta aquí. Tengo pocos pendientes. Y los que tengo no los visualizo a largo plazo. Los sueños me invitan desde un horizonte más cercano; casi como una mamá animando a que el hijito dé los primeros pasos , esperándolo a una distancia corta con los brazos extendidos para que aquel tome coraje y se lance, para que no se acobarde, para que no se sienta en desamparo. Así los sueños nuevos, extendiendo sus brillos, haciéndose desear, pero cuidando que no abandone. De a un paso por vez, como al comienzo.

La sensación de que no hay tiempo que perder. La certeza de que hay una vida en estreno todavía, aunque traiga varios calendarios encima. La comprensión nueva de una finitud que ahora no me es indiferente. El corazón reconciliado conmigo, aceptándome la imperfección, y dejando de presumir lo que no se es. El alma y el rostro sin maquillaje, sin impostar, con la mayor verdad que puedo (que ojalá sea toda)

Mientras tanto, algo en el alma  grita, canta, proclama: QUIERO VIVIR, y no es una obviedad: es una nueva canción.





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