sábado, 23 de junio de 2018

TESORO.


Escribir a veces es experiencia de "soltar", debe ser por eso que todavía no había podido sentarme a poner palabras a la parte más especial del viaje a Italia. Como si intuyera que en este movimiento habré terminado de volver. (aunque llevo varios días ya en mi casa). 
El relato del viaje a Italia que quedará para siempre grabado en mí, está lleno de nombres, de emociones, de sorpresas; de gestos tan amorosos que es imposible no sentirse una Hija Predilecta de una vez y para siempre; de una alegría tan desbordante que deberé defender contra viento y marea porque es un tesoro, y allí querrá estar mi corazón. 

¿Qué dicen de mí los lugares que ahora habito? 
¿Qué canta dentro el corazón cuando me siento y me sé tan acogida, tan bienvenida, tan esperada?
¿Cuál es el secreto para saberme tan en casa ahora que estoy más lejos de casa que nunca?
¿Qué es "estar en casa"?
¿Quién soy en medio de esta felicidad que me desborda?
¿Qué es este deseo de ser parte, este tan sentirme en mi familia?
¿Por qué a mí este regalo infinito de paz que recibo?
¿De dónde esta exageración de esperanza que ahora me inunda?

Mi corazón así de desbocado, de apasionado, de esponjoso, quiere ir pulsando el propio relato de viaje, y hay mucho que no sé ahora cómo escribir. No se inventan las palabras todavía, pero han de parecerse bastante a paraíso. 
Digo, soy una persona muy querida, así me siento. Y no es nueva la experiencia de recibir tantísimos detalles de cariño y de presencia en lo cotidiano; pero ahora los detalles aparecen tan... transfigurados, que toco y veo, y siento tal plenitud en el corazón, que me sé absolutamente Amada. Y en esa novedad de AMOR, mis amigos más queridos, el sueño que me trae hasta acá, toda la prehistoria en camino a este viaje, mi familia y mis hijas alentando y acompañando, las otras personas que son capaces de asomarse a esta alegría y celebrarlo conmigo, los desconocidos que van entrando a escena para quedarse invitados al sueño en formato familia-amigos nuevos... TODO, TODO, TODO se impregna de una Belleza tan única que es casi imposible no sentir en el centro mismo del deseo: qué bien estamos acá, qué bien estoy, hagamos carpas, quiero quedarme para siempre.

¿Dónde quiero quedarme?
¿Cuál es el "lugar  existencial" en el que quiero/anhelo permanecer?
¿De dónde la nostalgia en el regreso?

Hay que volver, y volver feliz. Hay un Sagrario en el propio corazón en dónde todo lo vivido, rezado, celebrado, está al borde de nosotros mismos y a la vez del Infinito.

Hace unos años, después de una charla linda con mi amigo Horacio, escribí un pequeño poema. Ahora mismo me vuelven esas palabras. Cuando el Infinito nos alcanza, cuando nos dejamos alcanzar así; el regalo es  experiencia de cielo o de mar, que a veces me parecen casi lo mismo.

La eternidad nos cruza en algún punto
nos hace uno con ella y entendemos
que el tiempo cabe todo en un segundo
que la vida es una suma de momentos.

De pronto una verdad se nos revela
la inmensidad nos roza y nos envuelve,
como el mar que comienza en lo lejano
y suave espuma a nuestros pies se vuelve.

Se convierte en tangible lo infinito
y lo que era inalcanzable nos alcanza.
Nos confirma el cielo este secreto:
a la vez que intocable nos abraza.


Mi sueño inmenso estaba escondido y cobijado en el Sueño de Dios, de dimensiones infinitas. ¡Que detalle Señor has tenido conmigo!





1 comentario:

Nicolás dijo...

Qué bueno leerte, Ana! Me alegro de los frutos dentu viaje. Siempre renueva viajar. Me conmovió lo de percibir hasta los detalles "transfigurados", y sentirse interpelado, rozado, atravesado por la inmensidad y la eternidad.
Cuesta volver, pero se trata tal vez de animarse a vivir cada día como una nueva oportunidad de optar por ser feliz con lo cotidiano, la alquimia de cada pequeño acto.
Un abrazo cargado de afecto austral y argentino ;)

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