En esto último me había quedado. No diré nada muy luminoso, y lo anuncio ahora para que -si llegaste hasta acá- no deposites muchas expectativas en este post.
Esto de estar a la intemperie, casi como decir dejándose empapar por la VIDA de los otros, abiertos a la historia, descentrados del propio ombligo; debería ser -según lo veo- algo imprescindible. Digo que nadie debería estar tranquilo en su bonita vida si le está tocando atravesar una etapa así, ni amargado o preocupado de más -otra vez, por su propia vida- si es que transcurre una mala temporada.
SALIR. Esa es una buena clave. Salir y ver. Salir y conmoverse. Salir y celebrar. Salir y tomar dimensión de cuántas cosas se viven fuera de uno mismo. Y no quedarse en eso pués.
ENTRAR. Volver con todo eso a la verdad del corazón adentro. Desempacar sobre la mesa de entrada lo recogido en la experiencia del "afuera", y mirar con atención y corazón. (insisto con ♥) Verá que seguramente sienta deseos de abrazar la historia de otro, sienta tristeza verdadera por el dolor ¿ajeno? y alegría profunda por la realización o felicidad de algunos. Necesidad de rezar.
SALIR. Otra vez, claro, infinitas veces. Habrá limpiado la mirada y casi seguro, las propias cuestiones habrán ido encontrando cauce y respuesta. Quizás haya una nueva comprensión de las cosas, novedad en los encuentros, sacudón profundo a todo lo que arrastra la costumbre y la rutina.Y mirada en Alto, a esa dimensión que nos imana hacia arriba y nos mantiene erguida el alma.
ENTRAR. Siempre. Habrá recreado la valoración del propio mundo, no digo por contraste relacionado a lo mejor o peor que ha visto fuera; sino por la oportunidad de pararse de un modo distinto frente a las cosas que tocan vivir.
Entrar y salir son los movimientos; uno mismo y los otros en su mismidad, los lugares. Y toda la vida entramada en ese recorrido y en ese modo de latir: sístole y diástole del pulso de Vivir y que valga la pena.
ENTRAR. Siempre. Habrá recreado la valoración del propio mundo, no digo por contraste relacionado a lo mejor o peor que ha visto fuera; sino por la oportunidad de pararse de un modo distinto frente a las cosas que tocan vivir.
Entrar y salir son los movimientos; uno mismo y los otros en su mismidad, los lugares. Y toda la vida entramada en ese recorrido y en ese modo de latir: sístole y diástole del pulso de Vivir y que valga la pena.
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