miércoles, 1 de marzo de 2017

Sorpresa.

Alguien te aporta la palabra sorpresa en el marco de una conversación chiquita, sencilla; y como si hubiera tocado alguna campana corazón adentro, salís a abrir sabiendo que hay mensaje para vos.
Ahí estás, parado en el umbral de la rutina, casi rendido, aburrido, cansado, con la mirada perdida. 
En alguna parte del camino cualquier entusiasmo, todo, se fue desvaneciendo hasta hacerse casi imperceptible. 
Pero "sorpresa", como una brisa con el mismo tenor de imperceptibilidad, enciende tu atención. Y como un niño que intuye más (por mera intuición o por coraje de deseo) te asomás por fuera del agobio, de todos los no que quisieras revertir, de lo todo igual de cada día que se vuelve cada vez más aplastante; y decís con inocencia e incipiente alegría -¿A ver?
Y no importa si ya puede verse aquello o no, si aparece inmediatamente algún sentido nuevo; sino que todo en vos desde adentro de los ojos y el alma intenta movimiento y se predispone distinto, se anima a la sorpresa, se despierta a la posibilidad.

Hay palabras-llave que accionan milagros, pequeños, casi nada y tanto.

La vida te da sorpresas, se dice por ahí.

Para abrirse a la sorpresa hay que atreverse al umbral
Foto: Nahuel Mapi Abajo


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