Cuando pienso en DESIERTO la primera imagen que traigo a la mente es la de un vacío muy inmenso, deshabitado, de vida escondida, de silencio. Un lugar despejado, sin escondites, sin refugios. Árido, seco, estéril. Pienso en la imagen y aparecen palabras. Soledad. Monotonía. Supervivencia.
No me parece a "primera idea" un lugar en el que querer estar, un lugar donde quedarse. El desierto es un lugar para atravesar, no para acampar.
Y juego con la imagen, después de haber leído varias cosas en estos últimos días a propósito del comienzo de cuaresma y el valor de adentrarse en cierto "desierto" personal, espiritual, desierto-encuentro,,, y escribo algo que ya compartí con alguno y que también desde hace días me acompaña como imagen interna.
SER desierto. Hacer experiencia de desierto, no solo como quien lo atraviesa sino como quien es el mismísimo suelo árido e inhabitable que la imagen evoca.
Roca estéril o arena, da lo mismo. Dejar de poner el acento en lo que podemos hacer o no hacer. Ser suelo estéril, funcional a nada, incluso no deseado, no valorado, no gustado. Hacer experiencia de libertad en la silenciosa obediencia de ver partir sin tener nada que ofrecer para seducir a quien "nos" atraviesa. No querer retener, aprender el desapropio y la entrega de todo.
Vacío inmenso. Silencio indecible. Espacio que nunca podría ser llenado del todo. Peregrinos solitarios que nos atraviesan y que se nos vuelven invitación a contemplar-los, sin distracciones, sin apuros, el tiempo que dure su camino. Peregrinos nombres, peregrinos sentires, peregrinos memorias, peregrinos historias propias y ajenas *.
De vida escondida. Ofrecer más que lo que sobra. No dar nuestro suelo sobrado de arenas, dar la vida escondida que se atesora como una perla, justamente porque es poca, porque escasea, y porque muy probablemente no pueda reponerse. Notificar la vida, anunciarla, no guardarla para uno. Dar la coordenada para el único pozo de agua si es necesario y compartirlo entero, a riesgo de volverse pozo seco y vacío.
Lugar despejado, sin escondites ni refugios. Ser el lugar de la verdad. Ofrecernos como lugar para la verdad asumiendo la responsabilidad amorosa de recibir al otro tal cual es. Ser "despejados" nos hace apacibles, el otro (cualquiera de los peregrinos posibles -*-) puede demorarse el tiempo que quiera, descansar, estar, SER en libertad porque no somos amenaza para él. No necesita escondite, no reclama refugio. Recuperar nuestra capacidad de acoger, de ser hospitalarios, de dejarnos habitar por completo sin querer sacarnos la "presencia" de encima.
Soledad y silencio. Dejarnos decir por los otros. Dejarnos espejar. Dejarnos hablar a lo profundo. Dejarnos interpelar, escuchar, escuchar. Ser obedientes al silencio. Reconciliarse con el SER. Dejar de hacer preguntas, de buscar argumentos, de elaborar consignas y proyectos por un tiempo. Estar, solo estar.
Monotonía. Dejar de anhelar experiencias extraordinarias y deslumbrantes. Amar lo que hay, lo que ES. Amar la rutina, la falta de novedad, lo conocido. Amar las mismas faltas, las mismas arideces de siempre.
SER desierto.