Acabo de llegar de una semana de vacaciones en Villa Carlos Paz. Fueron días en donde compartir, disfrutar, conocer, contemplar, dejarse sorprender, optar, pensar, SERENAR, descubrir...han sido las constantes.
Podría contarte desde lo meramente turístico, y sería lindo hacerlo ya que los espacios que hemos conocido y los paisajes que hemos podido contemplar han sido hermosísimos...
Podría contarte desde lo afectivo, y sería más que lindo hacerlo ya que viajé con las dos personitas más importantes de mi vida que son mis dos hijas, y con dos amigas a las que quiero mucho, y con las que ha sido genial compartir esta semana...
Podría decirte desde lo "social" que la experiencia también ha sido muy valiosa en cuanto hemos compartido espacios, viaje, excursiones, momentos, con otras 45 personas (desconocidas hasta ahí) que tuvieron la misma idea que nosotras de viajar en estos días...
Pero prefiero contarte desde otro lugar. Que lo anecdótico sea simple puente para que viajes conmigo en lo que esta experiencia deja como "vitamina para el alma" para los días que siguen.
Mi compañera de asiento, una señora de 81 años que viajaba sola.
Imaginé que no tendría de que hablarle. Toda la paciencia que suelo tener con los niños chiquitos, no la tengo con las personas muy mayores. Y aunque me avergüence decirlo, confieso que me sentí desilusionada al encontrarme allí a mi compañera.
Afortunadamente, todo mi prejuicio quedó atrás, y me di la oportunidad de conocer a María (así se llama) escucharla decir que a pesar de la soledad que siente porque perdió a su esposo hace 4 años "y siempre viajábamos juntos", tiene tantas ganas de vivir y disfrutar, de "no quedarse" (como me dijo), de "VIVIR la VIDA que se le regaló".
Tomamos unos mates, conversamos un buen rato; mientras ella dormía horas después, dí gracias a Dios por haberme hecho escuchar esta historia, y haber visto y oído, tanto deseo de disfrutar la VIDA... (pensar que a veces me quejo).
De los lugares visitados, algunos me gustaron especialmente: Las 7 cascadas en La Falda es uno de esos lugares. Fuimos con las nenas y una de mis amigas en micro. Con los nervios de viajar sin saber bien cómo llegar, cómo sería el lugar, el tiempo que parecía no estar de nuestro lado. La cuestión es que teníamos que tomar una decisión (a pesar de esos pequeños temores e incertidumbres). Lo hicimos, y llegamos. De repente abrió el sol, y se nos regaló una tarde bellísima en un lugar realmente hermoso.
Allí hicimos un ejercicio que me gusta hacer en algunas situaciones y lugares. Un ejercicio para tratar de atrapar el momento presente y nada más. Contemplar...estar ahí plenamente. La idea era elegir un lugar en medio de tanta maravilla, y en silencio, tratar de quedarse con todo el impacto de eso que mirábamos (aromas, colores, sonidos, sensaciones...) No hablamos de eso después. Cada una captó lo que quiso. Cada una se guardó para sí ese instante. Sentí que Dios estaba ahí tan claro, tan cerca, tan real, tan en unidad conmigo, con cada uno de los que estábamos ahí, concientes o no de ello. Y algunas cosas, como siempre pasa, se re-dimensionaron otra vez después de esto. Un silencio de palabras muy hondo por un ratito. Un silencio plenamente "hablador" a la vez.
De los afectos, solo esto.
Pensaba en que pocas veces me regalo la posibilidad de disfrutar de manera especial los tiempos con mis hijas. ¡Que necesario se hace tomarse este rato, fuera y lejos de todo lo cotidiano!¡Que refrescante y revitalizante puede ser regalarse estos espacios y estos tiempos!
Y con los amigos. Esta vez tuve la alegría de compartirlo también con dos amigas; alguna con los ánimos medio cachuzos, otra acompañando y animando desde el cariño cercano y concreto.
Por sobre todas las cosas ha sido tiempo de SERENAR. Así lo creo. Serenar el cuerpo, desacelerarse de todas las corridas cotidianas. SERENAR los ánimos, que a veces por cansancio, por no poder tomar algo de distancia de situaciones que nos sobrepasan, o por pura locura personal que uno carga, esto suele hacerse difícil. SERENAR el corazón, incluso a pesar de los dolores que cada uno puede tener dentro o de lo revolucionado que pueda estar el corazón, permitirse creer que todo, por árido, por sin sentido, por duro que parezca... puede esconder vida y sentido. Como esta flor silvestre y frágil, que descubrí en medio de las sierras... Misterio de vida que se esconde en donde no esperamos que suceda nada.
Veremos cuánto me dura, pero ni siquiera será lo importante.
Creo que lo escencial será en adelante no perder de vista estos pequeños "oasis" en donde volver a cargar pilas frente a lo que tenemos que afrontar, este Dios escondido en alguna vuelta del camino, diciendonos de mil formas: "ESTOY CON VOS".