A veces me abrís tu vida y tu historia, te "relatas" frente a mí con palabras o gestos, con silencios y escucha. No soy consciente las más de las veces, de que lo que me das entonces es reflejo o revelación de mi historia y mi vida en algún punto.
Pero cuando pasa, cuando te recibo atendiendo a cada señal de tus ojos, de tu voz, y de tu "vos" enteramente vos, algo en mí se conmueve de un modo que no podría describir. Entre asombro y emoción; entre deseos profundos de recibirte, y necesidad de dejarme impregnar por eso "tuyo" que traés en absoluta gratuidad.
Cuando pasa, tu vida trae un eco intenso que me hace sintonizar en maravillosa armonía con el mundo y conmigo. Un instante hermoso en donde todo es perfectamente exacto, sin disonancias.
Cuando pasa, siento que podría mi alma cobijarse en la tuya y encontrarse en abrazo. No sé si recibo o soy quien recibe. Quizás es darse y recibirse mutuamente, más que eso, un disolverse las fronteras y experimentar una real comunión -ser uno, el mismo-.
Cuando eso pasa, tomo conciencia de que lo que soy y mi identidad más honda se me revela y descifra no solo en las profundidades de la propia alma, sino en la profundidad del encuentro con el "otro".
Entonces en vos estoy también. Entonces en mí estás vos. Somos parte de lo mismo. Juntos nos relatamos nuestra verdadera historia, para poder respondernos en verdad quiénes somos, para poder descubrirnos el sentido.
...
Sea que nos encontremos, sea que no nos conozcamos, sea que tengamos o no conciencia de esa comunión, tu vida, Su vida, mi vida, están misteriosamente entrelazadas.
De algún modo muy intenso percibo ahora que cada "otro",
también,
soy yo.