La "tensión" especial de la espera la he vivido de una manera diferente este año. Quizás sea que el ejercicio de la espera en muchos sentidos este año fue vivido más profundamente; quizás, pienso, ha sido que de cara a mis propias búsquedas, en algunos momentos -con algunas luces de otros- pude como quien camina un gran "adviento", percibir que la propia vida es esto: vivir a la espera de Jesús que está pero viene.
Hoy pensaba compartirte algo mío, pero sobre la marcha hay un cambio de planes.
Con permiso de quien lo escribió (alguien que quiero mucho) dejo hoy un regalo.
Tiene que ver con preparar un pesebre, un lugar para Jesús, sin lujos, sin riquezas visibles, sencillo y escondido.
Tiene que ver con dolores escondidos, como el de María intuyendo algo de la cruz y aún así entregada a la VIDA.
Tiene que ver con José acompañando la espera de algo grande, aún cuando la razón no tuviera todas las respuestas.
Tiene que ver con ESPERA atenta, deseosa, profunda.
Tiene que ver con animarse a la esperanza aún en medio de la noche.
Y con animarse a creer en que la noche, cuando nace Jesús, se llama Noche Buena.
(Gracias amig@ por dejarme compartir acá lo tuyo; tus palabras nacidas de lo profundo, hablan de un corazón abierto a la espera. Testigo como soy de tu esperanza construyendose desde las cenizas, nada mejor que tus palabras para este blog y para este tiempo)
"Este telar parece no tener una historia muy larga.
Antes de hacerlo, ya tenía un destino: ser el sostén del pesebre que iba a estar en casa.
El armado me exigió paciencia, pero tan sólo dos días. Comprar las maderas, hacer el cuadrado que sería el soporte del telar, clavar cada clavo, uno al lado del otro, con mucho cuidado y empezar con el armado en sí.
Primero iban los hilos de la base. Decidí ponerlos todos del color más claro, porque pensé que así se verían mejor los colores que iba a entrecruzar.
El armado me exigió paciencia, pero tan sólo dos días. Comprar las maderas, hacer el cuadrado que sería el soporte del telar, clavar cada clavo, uno al lado del otro, con mucho cuidado y empezar con el armado en sí.
Primero iban los hilos de la base. Decidí ponerlos todos del color más claro, porque pensé que así se verían mejor los colores que iba a entrecruzar.
Una vez avanzado esto pensé que me hubiese gustado más poner algún otro color en la base, porque mostraría mejor el entrecruce de los hilos; pero ya era tarde, tuve que aceptar mi decisión y continuar con lo que tenía.
El trabajo es sencillo, pero me requería mucha paciencia, un solo hilo mal puesto arruina la trama. Y cuando uno se da cuenta hay que deshacer y volver al lugar del error para reparar. Me pasó varias veces durante el armado y tenía la tentación de ignorar ese hilo mal puesto y seguir, porque me ganaba la ansiedad de terminar. Creía que era solo un hilo insignificante y me molestaba mucho deshacer el trabajo ya hecho, pero me di cuenta que si no volvía sobre esos hilos, al final, se notaban en la trama, era necesario arreglarlos en el momento que correspondía, aunque me costara.
Mi racionalidad y estructura me hicieron comenzar pensando realizar una trama pareja, simétrica. Pero el entramado quería reflejar algo de más de mi, entonces debían aparecer los colores más mezclados, sin tanta lógica, algunos hilos los pase de a dos o tres juntos y formaban un relieve particular apenas perceptible a la vista.
Terminé el tapiz y lo puse en el lugar que tenía destinado.
El trabajo es sencillo, pero me requería mucha paciencia, un solo hilo mal puesto arruina la trama. Y cuando uno se da cuenta hay que deshacer y volver al lugar del error para reparar. Me pasó varias veces durante el armado y tenía la tentación de ignorar ese hilo mal puesto y seguir, porque me ganaba la ansiedad de terminar. Creía que era solo un hilo insignificante y me molestaba mucho deshacer el trabajo ya hecho, pero me di cuenta que si no volvía sobre esos hilos, al final, se notaban en la trama, era necesario arreglarlos en el momento que correspondía, aunque me costara.
Mi racionalidad y estructura me hicieron comenzar pensando realizar una trama pareja, simétrica. Pero el entramado quería reflejar algo de más de mi, entonces debían aparecer los colores más mezclados, sin tanta lógica, algunos hilos los pase de a dos o tres juntos y formaban un relieve particular apenas perceptible a la vista.
Terminé el tapiz y lo puse en el lugar que tenía destinado.
Anochecía y sobre el manto puse a María, José, una vela encendida y el pesebre, vacío todavía, esperando.
Fue un rato de paz y de encuentro como hacía mucho tiempo no vivía.
Fue un rato de paz y de encuentro como hacía mucho tiempo no vivía.
Sin palabras, pensamientos, ni oraciones, sólo encuentro.
Y me encontré con Su Presencia. Y el corazón se me estremeció con esa tranquilidad. Me encontré con algo de lo que sentía perdido.
La historia del tapiz parece corta, pero no lo es.
La historia del tapiz parece corta, pero no lo es.
Los hilos de mi vida en algún momento se terminaron de anudar, enredar, entrecruzar de manera tal que me inmovilizan, me angustian, me "entramparon".
Hoy necesito entramarlos de vuelta. Y el trabajo del tapiz me recordó algunas certezas, algunas se pueden entrever más arriba, y algunas las necesito describir:
El marco de madera sostiene todo el trabajo, de otra manera imposible sería armar el tapiz; es el sostén y molde del trabajo, y para manifestarse necesita de los clavos, signos visibles de su presencia. Clavos que sostienen y se hacen presentes en medio de los hilos para ordenarlos y “dejarlos ser”.
Para desentramparme y entramar, entonces, sé que está la presencia de Dios que me sostiene y da forma, aun cuando no me doy cuenta, y muchas veces, se me hace presente en los "clavos"-personas-signos-gestos-momentos que me muestran Su Presencia.
Y el entramado no es sencillo ni perfecto, pero muestra la historia de estos hilos, que se entrecruzan, otros que no se pueden separar y le ponen un relieve al tapiz como cicatrices, hilos que aparecen y desaparecen, otros que de pronto se cortan y exigen empezar de vuelta. Cada hilo tiene su lugar, su momento, su sensación, su historia, sus alegrías y tristezas, su dolor, su razón de ser, y al unirse con los otros hacen lo característico del dibujo.
El tapiz ya está hecho, mi entramado no. Recién estoy queriendo desentramparme. Pero el armado del telar quiere vislumbrarme una certeza: se puede, todo encuentra sentido, exige hacer, pero sobretodo paciencia, confiar, esperar...porque El Sostén siempre está.
El marco de madera sostiene todo el trabajo, de otra manera imposible sería armar el tapiz; es el sostén y molde del trabajo, y para manifestarse necesita de los clavos, signos visibles de su presencia. Clavos que sostienen y se hacen presentes en medio de los hilos para ordenarlos y “dejarlos ser”.
Para desentramparme y entramar, entonces, sé que está la presencia de Dios que me sostiene y da forma, aun cuando no me doy cuenta, y muchas veces, se me hace presente en los "clavos"-personas-signos-gestos-momentos que me muestran Su Presencia.
Y el entramado no es sencillo ni perfecto, pero muestra la historia de estos hilos, que se entrecruzan, otros que no se pueden separar y le ponen un relieve al tapiz como cicatrices, hilos que aparecen y desaparecen, otros que de pronto se cortan y exigen empezar de vuelta. Cada hilo tiene su lugar, su momento, su sensación, su historia, sus alegrías y tristezas, su dolor, su razón de ser, y al unirse con los otros hacen lo característico del dibujo.
El tapiz ya está hecho, mi entramado no. Recién estoy queriendo desentramparme. Pero el armado del telar quiere vislumbrarme una certeza: se puede, todo encuentra sentido, exige hacer, pero sobretodo paciencia, confiar, esperar...porque El Sostén siempre está.
Al final cada hilo en el tapiz encuentra su lugar, y esto le permite, como regalo, ser testigo de su Presencia, sentir el regalo de su nacimiento en casa."
ESPERANZA QUE CONSTRUYE MIENTRAS ESPERA