Me hago preguntas. Tal parece que no se trataba de una edad o etapa pasajera, sino de un modo de vivir.
No lo puedo evitar. La mayoría de las veces -si no todas- las preguntas me asaltan por sorpresa, dejándome desarmada (sin armas o armaduras), desorientada, en estado de alerta, entusiasmada, llena de miedos, o cargada de energía para el camino y la búsqueda.
Hay preguntas de todos los colores, variadas; pero con una constante que siempre se mantiene: las preguntas, sobre todo aquellas que nacen de lo más hondo de uno mismo desinstalan.
Curiosamente se me da, no sé bien si solo a mí o es la regla que no falla, que cada vez que creo que arribo a una conclusión de esas que me asegurarían un lindo y relajado tiempo de serena vida, algo pasa que viene a sacarme del lugar tranquilo y seguro en el que pensaba mantenerme una linda temporada.
Ahora es tiempo de preguntar qué creo. No es: lo que he venido creyendo que creo, sino cuáles son aquellas cosas en las que profundamente creo y desde las que estoy dispuesta con todo mi ser a gastarme la vida: mis opciones, prioridades, decisiones, palabras, amores.
Y dejar que caigan todas aquellas cosas que no tienen que ver con esto. Soltar con gratitud y sin pena los mapas que me han traído hasta acá porque ya no creo tener deseos de volver atrás.
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2 comentarios:
Creo hablas de aquellas preguntas con MAYUSCULAS que deciden nuestras vidas.
Bueno siempre que creemos estar ya en nuestra zona de confort, algo la cambia. Así es la vida, y además es muy corta.
No lo dudes, invierte tu vida solo en lo que creas profundamente.
Gracias Marcos!
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