domingo, 30 de marzo de 2014

Lluvia...

Llueve sin descanso. Algo me pasa en los días así. Es como si la lluvia acompañara mejor el entrar en contacto con sentimientos que a veces pasan inadvertidos o preferiríamos que así fuese. La lluvia sabe llegar a esas grietas que conducen directo a lo más íntimo de uno. Y no hablo de mojarse simplemente: digo la lluvia llegándonos a través de todos los sentidos.
Miro la lluvia a través de la ventana, y siento soledad. La soledad del mundo, de cada hombre. La soledad de la calle vacía, de un paisaje inmóvil, de una ausencia que pocas veces grita la calle…cualquier calle.
Oigo la lluvia golpeando sobre el techo, el sonido del pasar de algún auto por la calle. La misma lluvia que delata tanta ausencia y soledad, se apropia en mismo movimiento de nuestra compañía. No hay escape. Nos invade, nos asegura las puertas por fuera, y nos invita u obliga algunas veces, a quedarnos con nosotros mismos, con la plenitud de nuestro consentimiento o a contra voluntad.
Ahora le agradezco. La imposibilidad de escape, la percepción de una soledad que se ha vuelto indolora y amable conmigo, y las ganas de escribir, gratuitas, que me trae.
Bendita la lluvia de este día…

viernes, 28 de marzo de 2014

Sucesor de un soñador...

Hace un tiempo escribí esto en otro blog. Quiero traerlo hoy a este espacio, porque la persona a quien se lo escribí entonces está en estos días ocupando mi corazón y mi pensar de un modo especial, regalándome una alegría lindísima, llenando mi corazón de deseos de agradecer.


Traés en la profundidad de tu mirada el don de desaparecer corazas. 
Tu modo tan delicado de entrar en corazones ajenos, te vuelve inmediatamente amigo. Lo ajeno dura poco en vos. Pensarás que exagero si te digo que te siento familia.
Hablás suave, tu voz no trae estridencias ni provoca sobresaltos; y sin embargo hay en ella esa firmeza clara en la que se envuelven las palabras que hablan verdades, promesas que van a cumplirse, y discursos sin trampas. Te creo.
Tenés autoridad. No la que define un cargo, un rol, un lugar de jerarquía. Tu autoridad está tan vinculada a lo más humano de lo humano, que se me hace difícil imaginar cualquier intento de rebeldía o desacato hacia vos. Tu autoridad tiene tanto que ver con la ternura…
Te admiro. Y lejos de volverte inalcanzable por eso  (como la admiración que se tiene hacia algún tipo de famoso-estrella) te volvés entrañable, cercano, hermano, compañero.
Sí. Grandeza y pequeñez en vos son la misma cosa…
…tu GRANDEZA es SER PEQUEÑO.
(Ya sé de Quién me hacés reflejo)

lunes, 24 de marzo de 2014

Querer querer...

Que me quieras querer, y el manifiesto, es de los regalos más lindos que me hicieron.
No importa la edad en esto: en uno siempre anida un corazón de niño que necesita saberse cuidado, sostenido, comprendido, acompañado, querido como es. 

Sé que podemos mirarnos a los ojos -con los ojos del alma-, reconocernos sin defensas, verdaderos, nosotros en nuestro modo más auténtico posible. 

Te quiero más te digo a veces como si pudiera medir cuánto en taaaanto. También quiero quererte, no es porque sí, porque se nos dio en regalo el encuentro: QUIERO quererte Y TE QUIERO!

Entre mis razones de esperanza, entre mis impulsos para ella, estás vos y tu ternura, vos y tus detalles, un abrazo, una palabra; y por eso lo voy a escribir en este espacio. Celebro que seamos AMIG@S.


Qué lindo estar unid@s también en este abrazo.


domingo, 9 de marzo de 2014

SER desierto.

Cuando pienso en DESIERTO la primera imagen que traigo a la mente es la de un vacío muy inmenso, deshabitado, de vida escondida, de silencio. Un lugar despejado, sin escondites, sin refugios. Árido, seco, estéril. Pienso en la imagen y aparecen palabras. Soledad. Monotonía. Supervivencia. 
No me parece a "primera idea" un lugar en el que querer estar, un lugar donde quedarse. El desierto es un lugar para atravesar, no para acampar.
Y juego con la imagen, después de haber leído varias cosas en estos últimos días a propósito del comienzo de cuaresma y el valor de adentrarse en cierto "desierto" personal, espiritual, desierto-encuentro,,, y escribo algo que ya compartí con alguno y que también desde hace días me acompaña como imagen interna. 

SER desierto. Hacer experiencia de desierto, no solo como quien lo atraviesa sino como quien es el mismísimo suelo árido e inhabitable que la imagen evoca.

Roca estéril o arena, da lo mismo. Dejar de poner el acento en lo que podemos hacer o no hacer. Ser suelo estéril, funcional a nada, incluso no deseado, no valorado, no gustado. Hacer experiencia de libertad en la silenciosa obediencia de ver partir sin tener nada que ofrecer para seducir a quien "nos" atraviesa. No querer retener, aprender el desapropio y la entrega de todo.

Vacío inmenso. Silencio indecible. Espacio que nunca podría ser llenado del todo. Peregrinos solitarios que nos atraviesan y que se nos vuelven invitación a contemplar-los, sin distracciones, sin apuros, el tiempo que dure su camino. Peregrinos nombres, peregrinos sentires, peregrinos memorias, peregrinos historias propias y ajenas *.

De vida escondida. Ofrecer más que lo que sobra. No dar nuestro suelo sobrado de arenas, dar la vida escondida que se atesora como una perla, justamente porque es poca, porque escasea, y porque muy probablemente no pueda reponerse. Notificar la vida, anunciarla, no guardarla para uno. Dar la coordenada para el único pozo de agua si es necesario y compartirlo entero, a riesgo de volverse pozo seco y vacío.

Lugar despejado, sin escondites ni refugios. Ser el lugar de la verdad. Ofrecernos como lugar para la verdad asumiendo la responsabilidad amorosa de recibir al otro tal cual es. Ser "despejados" nos hace apacibles, el otro (cualquiera de los peregrinos posibles -*-) puede demorarse el tiempo que quiera, descansar, estar, SER en libertad porque no somos amenaza para él. No necesita escondite, no reclama refugio. Recuperar nuestra capacidad de acoger, de ser hospitalarios, de dejarnos habitar por completo sin querer sacarnos la "presencia" de encima.

Soledad y silencio. Dejarnos decir por los otros. Dejarnos espejar. Dejarnos hablar a lo profundo. Dejarnos interpelar, escuchar, escuchar. Ser obedientes al silencio. Reconciliarse con el SER. Dejar de hacer preguntas, de buscar argumentos, de elaborar consignas y proyectos por un tiempo. Estar, solo estar.

Monotonía. Dejar de anhelar experiencias extraordinarias y deslumbrantes. Amar lo que hay, lo que ES. Amar la rutina, la falta de novedad, lo conocido. Amar las mismas faltas, las mismas arideces de siempre.

SER desierto. 

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