jueves, 10 de octubre de 2019

Agradecer-me.

 Con los sueños cumplidos es fácil quedarse con el corazón lleno de "gracias" para compartir con los que fueron cobijando el deseo, acompañando los pasos desde el minuto uno, con los que desde cosas concretas nos ayudaron a materializar nuestros anhelos más hondos.
Hoy llega un reflejo simple y bonito de mi hermano del alma. Entonces me miro con un amor nuevo, me digo en un espejo que refleja para adentro, que me agradezco para siempre el coraje de vivir, de abrir camino con casi nada más que un deseo/sueño precioso, y con una hermana de sueño y de vida, que con una complicidad única se atreve a soñar lo propio y comulgar conmigo para siempre en amistad y en vuelo.
El sueño cumplido tiene todo nuestro impulso de deseo en el punto original, la certeza previa de que no hay sueños imposibles, y la confirmación de que a los sueños hay que "vestirlos con ropa de trabajo" y hacerlos, crearlos, inventarlos. El salto al vacío, el vértigo, el "no poder creer pero sí" de cada segundo en que se ha estado metido por fin en lo soñado.
Gracias conmigo misma, los sueños se vuelven aliados porque quien sabe de donde te viene ese coraje para irlos a buscar. Gracias conmigo misma, no te congela el desaliento, te llena de alas soñar más y mejor. Gracias conmigo misma, te creo la locura con la que vas adelante. Y gracias conmigo misma, tu vida, con todo todo todo, me sigue pareciendo inspiradora.

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