lunes, 18 de junio de 2018

Enamorarse en Italia.

Postales del viaje, corazón adentro.

En los días previos a la despedida, muchos me dijeron que quizas en el viejo continente conocía a alguien y mi vida cambiaba. No es que necesite que mi vida cambie tanto, la verdad es que estoy siendo más que bastante feliz así como vivo, pero el deseo/pronóstico de algunos se cumplió. Debo confesarlo: me enamoré en Italia.

Por razones de idioma no nos entendemos inmediatamente. Hay que cruzar un puente. De pronto deseo como nunca entender, animarme a hablar aunque sea rústicamente, me apuro a aprender lo más posible minuto a minuto. Hago un profundo ejercicio de escucha, no porque sea difícil esta vez, sino porque me invade un intenso deseo de oir, de dejarme alcanzar por las palabras, por las historias, por los recuerdos de otro. 
Redescubro el verdadero valor del gesto, tan cargado de presencia, de voluntad de acercarse, de ternura. Alguien pregunta cómo estoy,  me invita una copa,  me lleva hasta lo más alto de un sitio para mostrarme a ventanas abiertas la dimensión de los sueños que traía en el alma, y que ahí mismo se hacen paisaje espejado en las pupilas. Alguien dice con tantísima dulzura "sono contento", y me atraviesa con sus ojos de cielo, aventurando un guiño que me hace tocar la verdad de esa alegría; y comulgamos felicidad, simplemente por la novedad de compartirnos.
Después caminamos juntos, lento, a mí que suelo andar con más prisa que la debida, me ayuda a comprender cuánto vale cada paso, con todo lo que se disfruta y con todo lo que cuesta. Caminar juntos tiene casi todas las lecciones del amor compactadas en pocos metros: nos sostenemos, nos acompañamos, nos esperamos, miramos por los ojos del otro,  acompasamos los pasos, nos invitamos a mirar, nos escuchamos, compartimos también algún silencio. 
En italia me volví a enamorar del VIVIR, por muchas cosas; pero muy especialmente por un muchacho de 94 años, con todo el futuro por delante, lleno de proyectos, dispuesto a la espera en algunas cosas que no se resuelven todavía, tan dispuesto a la esperanza. "En la vida hay que probar cosas nuevas"-dice- y toma por primera vez un mate. Y a mí me enciende dentro una fuerza tremenda, unas ganas de vivir inmensas; y es que alguien que lleva transcurridos casi 100 años y está abierto a vivir como si tuviera otros 100 años por delante es un testimonio precioso de plenitud, de amor por la vida, de gozo por vivir. Y contagia. Y sella en los ojos y en el alma de quienes somos un poco testigos ahora, un milagro: volvemos a nacer. Estábamos distraídos y conformes, y ahora queremos vivir más de verdad. No vamos a deshacernos de nada de lo que nos trajo hasta acá. Nos abrazamos con la historia completa, nos celebramos el recorrido, y nos prometemos VIVIR un poco más "en serio" en adelante. Que parece que es bastante más simple de lo que creíamos. 
Gracias Renato Celato por enamorarme de la vida; creo que de eso se trata el amor, de que alguien nos descubra el corazón y nos inunde de deseos de vivir y de ser a cada paso nuestra mejor versión.

Ahora entendí que es SER JOVEN de ♥
Y el relato va en presente porque intuyo que ese es el secreto para tener tanta historia y tantos proyectos a la vez: ViViR viviendo; estar dónde se está; amar lo que ya está ahí para nosotros.

1 comentario:

TU HUELLA...EN PALABRAS - ANIMATE!