
Una noche en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la potra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes.
Al día siguiente, alguien lo encontró. estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:
-Se llevaron las mulas.
Y dijo:
-y se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rió:
-Pero no se llevaron la música."
En estos días, y sin percibir nada como motivo especial para esto, me inunda una linda sensación de paz y hasta alegría.
Cuando trataba de escribir hoy en mis notas personales (que no publico) sobre como voy caminando, se me vino a la mente este cuento que aquí transcribo, porque en algún punto me siento como el musiquero del cuento; descubriendo que a pesar de todo lo que por fuera condiciona los ánimos, nos distrae, y amenaza la alegría...hay un lugar interior al que sólo nosotros y Él tenemos acceso, y en donde nada ni nadie nos pueden arrebatar la paz. Pueden despojarnos de todo, hacernos rabiar, llorar, temer, pueden dejarnos fuera, olvidarnos, lastimarnos (¿?) ... A pesar de todo, no pueden quitarnos lo más nuestro, nuestra paz, nuestra "música".
Lo creo, y en este tiempo voy haciendo experiencia de ésto. Un compartir nomás.
Que nada nos quite la certeza de que dentro nuestro hay una música que no se silencia a pesar de tantas cosas.
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