sábado, 29 de diciembre de 2012

de aprender...

Ayer participé de un encuentro sencillo en el que "cerramos" el año de trabajo. En un momento de compartir cada uno fue diciendo con libertad aquellos momentos o situaciones o personas en los que podía ver con claridad el paso de Dios en su vida, especialmente durante este año. Fueron muchas las razones para agradecer, pero varios también expresaron dolores, o situaciones que no los hacían felices, y advertí que todas esas heridas tenían un factor común: sufrían un apego. Sufrían no poder desprenderse de una persona, de un lugar, de una decisión, de un rol. Sufrían los cambios.
Me quedé pensando mucho en esto, y ví que gran parte de nuestros sufrimientos e incluso errores y limitaciones personales, tienen que ver con esta actitud de apego, de aferrarse, de apropiarse de algo o alguien que no nos pertenece. No lo entendemos. Le adosamos culpas a otros, nos ponemos en un rol de víctimas incluso magnificando un sufrir que no tiene sentido. 
Recé. Desde lo hondo del corazón le pedí al Señor que me enseñe a ser pobre, que me enseñe a vivir sin aferrarme ni apegarme a nada (ni rol, ni personas, ni cosas, ni ánimos, ni situaciones). Que  me regale la capacidad de aprender a disfrutar lo que hay, de aprender a compartir lo que traigo y lo que me dan, y de saber hacer fiesta con poco; que me enseñe a pedir lo que necesito, a decir gracias cuando recibo, a mirar alrededor con otros ojos. 




miércoles, 5 de diciembre de 2012

Donde el "te necesito" no averguenza...


 Vivo en el lado pobre de la vida. 
Donde la sencillez airea tu casa. 
Donde el “Te necesito” no avergüenza. 
Donde nace del alma el “Muchas gracias”...


Más de una vez me siento frente a la pantalla y ...no sale, no puedo forzar palabras que no salen. 
Entonces pasa  tiempo sin escribir, y recibo algún que otro correo preguntando si estoy bien, si pasa algo, si dejé el blog... 
Vuelvo a sentarme delante de la pantalla, queriendo corresponder de algún modo a mis amigos de blog. Pero no funciona así, nunca me funcionó así, al menos no funciona así conmigo. 

Pasan los días y dentro empiezo a experimentar un sentir distinto; lo más sincero es contar que estoy viviendo tan intensamente tantas cosas en mi vida personal, en mi espacio laboral, en los encuentros con la gente, en las muchas horas de escucha intensa, de acompañar de cerca situaciones de dolor y de lucha, de enfermedad y limitación profunda, de alegrías y momentos especiales... que no me salen palabras para decir cuando me siento a intentar escribir. Es tanto que no puedo "decir". No sabría explicarlo de otro modo.

En medio de esto experimento una lindísima compañía, de personas que en muchos casos no conozco todavía personalmente, pero de las que me siento unida en fe -en primer lugar- y en un afecto real aunque nunca nos hayamos visto y vaya saber quien si algún día nos veremos.
Me está costando responder correos o tomar la iniciativa de escribir unas líneas; necesito "descansarme" en otros...en Otro. Hay palabras de estos días que fueron bálsamo al alma en medio del camino, y me dije "quizás sea tiempo de dejarse cuidar, de recibir, de disfrutar de estos mimos que me llegan de otros tan gratuitamente; y no creerse que algo quedará sin decir porque no sea yo quien lo diga"". Dejar de lado este "querer corresponder" y aprender a aceptar-disfrutar-celebrar gratis.

Y mientras iba pensando en esto, caí en la cuenta que en mi vida de fe, en el rezo, en la lectura de la Palabra experimento también cierto enfriamiento, desgano, "solo intención" que se esfuma. Así entro en el tiempo de Adviento: distraída, un tanto apática, cansada...

Por hoy es compartir esto: mi "necesito", y también mi "muchas gracias" nacido del alma para quienes están ahí como auténticos compañeros de viaje.


Es tiempo de espera, de re-aprender una vez más cómo esperar.



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