Ahora que me encuentro con uno, que va abriendo involuntariamente varias puertas al mismo tiempo, los sentidos se agudizan y empiezo a descubrirlos cerca, por todos lados, con llaves en la mano, tan dispuestos, tan “invitadores” a dejarme paso, que no puedo evitar ENTRAR.
Los abridores de puerta no suelen reconocerse fácilmente. Uno debe toparse con uno abiertamente, cara a cara (aún cuando es posible nunca haberse visto en la vida).
Los abridores de puerta ejercen su valioso oficio las más de las veces sin saberlo. Es posible que alguno lo intentara a conciencia, pero aún así, no garantiza resultados. Los más infalibles son los que no se saben “abridores de puertas”. Los que presumen de serlo, suelen ser, los que cargan con los cerrojos más impenetrables.
Los abridores de puertas pueden tomar formas, a veces tienen NOMBRE. Camuflados para salvar al más “encerrado”, para tomarlo por sorpresa y sin defensas; se disfrazan de poeta, de amigo, de cantora, de tantas cosas. Cuando uno los descubre, ya es tarde, ya han abierto. A uno solo le resta entrar, dar paso al frente. (Cambio “tarde” por “oportuno”. Oportuno define siempre a los “abridores de puertas”. Está en su naturaleza)
Los abridores de puertas se esconden en canciones, en poemas, en un atardecer frente a la playa. A veces un amigo cercano que acompaña, otras un “desconocido/conocido” que ilumina con palabras de su historia, o de su arte, o de su propia mirada del mar…que siempre ES el mar. A veces un mail de esos luminosos y clarificadores, otras una palabra leída en una esquina. Un encuentro sorpresa, algún recuerdo, una charla profunda que cruza los océanos. Una foto, un aroma, una caricia, una imagen plasmada en las palabras. Una soledad serena, un dolor que desarma, alguna bronca.
Me crucé uno en estos días.
La puerta que abrió ahora es para adentro, yo me doy la bienvenida, sonriendo; y le agradezco -así anónimamente- la gentileza de un poema breve y hondo que invita a SER lo que se ES sin más encierros.
Los abridores de puerta no suelen reconocerse fácilmente. Uno debe toparse con uno abiertamente, cara a cara (aún cuando es posible nunca haberse visto en la vida).
Los abridores de puerta ejercen su valioso oficio las más de las veces sin saberlo. Es posible que alguno lo intentara a conciencia, pero aún así, no garantiza resultados. Los más infalibles son los que no se saben “abridores de puertas”. Los que presumen de serlo, suelen ser, los que cargan con los cerrojos más impenetrables.
Los abridores de puertas pueden tomar formas, a veces tienen NOMBRE. Camuflados para salvar al más “encerrado”, para tomarlo por sorpresa y sin defensas; se disfrazan de poeta, de amigo, de cantora, de tantas cosas. Cuando uno los descubre, ya es tarde, ya han abierto. A uno solo le resta entrar, dar paso al frente. (Cambio “tarde” por “oportuno”. Oportuno define siempre a los “abridores de puertas”. Está en su naturaleza)
Los abridores de puertas se esconden en canciones, en poemas, en un atardecer frente a la playa. A veces un amigo cercano que acompaña, otras un “desconocido/conocido” que ilumina con palabras de su historia, o de su arte, o de su propia mirada del mar…que siempre ES el mar. A veces un mail de esos luminosos y clarificadores, otras una palabra leída en una esquina. Un encuentro sorpresa, algún recuerdo, una charla profunda que cruza los océanos. Una foto, un aroma, una caricia, una imagen plasmada en las palabras. Una soledad serena, un dolor que desarma, alguna bronca.
Me crucé uno en estos días.
La puerta que abrió ahora es para adentro, yo me doy la bienvenida, sonriendo; y le agradezco -así anónimamente- la gentileza de un poema breve y hondo que invita a SER lo que se ES sin más encierros.